Antología de Poesía

Publicado en 'Literatura' por asteriom, 6 Jul 2010.





  1. Javas140385

    Javas140385 Miembro diamante

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    :paz:

    [​IMG]

    ¡Tigre! ¡Tigre! ardiendo brillante
    En los bosques de la noche,

    ¿Qué ojo o mano inmortal
    Pudo idear tu terrible simetría?


    ¿En qué abismos o cielos lejanos
    Ardió el fuego de tus ojos?
    ¿Con qué alas osó elevarse?
    ¿Y qué mano osó ese fuego sujetar? ¿Y qué hombro y qué arte
    Torció las fibras de tu pecho?
    Y al comenzar tu corazón a latir,
    ¿Qué mano terrible o pie terrible?


    ¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
    ¿En cuál horno tu cerebro?
    ¿Qué yunque? ¿Qué puño terrible
    osó ceñir su terror letal? Cuando los astros arrojaron sus lanzas
    Y humedecieron sus lágrimas el cielo,
    ¿Sonrió al contemplar su obra?
    ¿Aquel que creó al Cordero, te creó a ti?


    Tigre! ¡Tigre! ardiendo brillante
    En los bosques de la noche,
    ¿Qué ojo o mano inmortal
    Pudo idear tu terrible simetría?


    (William Blake)

    Saludos.
     


  2. julio27570

    julio27570 Suspendido

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    Retorno a ellas, que sostienen el deseo mientras el mundo tiembla por una antigua belleza. Así eran tus manos. Pienso en ellas ahora que las ventanas están exasperadas. !Cómo alejar de tu rostro esa sombra infinita! Oh amor, estamos aquí, desprendidos, con los ojos cerrados, como reprochando algo, a la fugitiva... luz.

    Edgar Vidaurre Miranda.
     
  3. Ponyo

    Ponyo Miembro maestro

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    Yo he repartido papeletas clandestinas,
    gritado: VIVA LA LIBERTAD! En plena calle
    desafiando a los guardias armados.
    Yo participé en la rebelión de abril:
    pero palidezco cuando paso por tu casa
    y tu sola mirada me hace temblar.


    .- Ernesto Cardenal
     
  4. Odyssey

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    UNA MUJER CON DOS GATOS

    No tiene más de treinta años y es más bella todavía
    y está como ida frente al semáforo en rojo
    cuando el cielo ha dejado su infierno de sollozos
    y cruzan los autos y el asfalto se traga su abandono.
    Ha dejado dos mails en la computadora,
    la maceta de gladiolos, la conserva del ayuno y
    sus cremas de olvidos a su expediente de novia.
    Así su vida pende de un hilo y olvida la codicia
    atada a la simetría del domingo cuando se desnuda
    en el instante que afirma que ama al hombre que
    le hizo un texto donde repite que la quiere por Zeus.
    Tiene el alma en el horno, su barriguita de esmaltes
    y no responde llamadas de otros y aguarda el eco
    que diseña su memoria en sedas de amortización
    para el verano cuando borre la cicatriz de sus odios.
    Y así, mira a sus dos gatos, jugosa y cruza la calle.

    Eloy jauregui
     
  5. Rimbaud

    Rimbaud Suspendido

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  6. rashomon

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    Si he muerto y no me hé dado cuenta
    A quién le pregunto la hora?

    Pablo Neruda
     
  7. grafeno

    grafeno Miembro maestro

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    Carta del suicida

    Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
    Por que ella sale y entra como una bala loca,
    Y abre mis parietales y nunca cicatriza,
    Así sople el verano o el invierno,
    Así viva feliz sentado sobre el triunfo
    Y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
    Así padezca el látigo del hambre,
    Así me acueste
    O me levante, y me hunda de cabeza en el día
    Como una piedra bajo la corriente cambiante.

    Así toque mi cítara para engañarme, así
    Se habrá una puerta y entren diez mujeres desnudas,
    Marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
    Unas sobre otras hasta consumirse.

    Juro que ella perdura porque ella sale y entra
    Como una bala loca,
    Me sigue a donde voy y me sirve de hada.

    Gonzalo Rojas
     
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  8. grafeno

    grafeno Miembro maestro

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    Himno a Satán

    «Ten piedad de mi larga miseria»
    Le fleurs du mal
    Charles Baudelaire


    ..Tú que eres tan solo
    una herida en la pared
    y un rasguño en la frente
    que induce suavemente a la muerte:
    tú ayudas a los débiles
    mejor que los cristianos
    tú vienes de las estrellas
    y odias esta tierra
    donde moribundos descalzos
    se dan la mano día tras día
    buscando entre la m1erda
    ..la razón de su vida;
    yo que nací del excremento
    ..te amo
    y amo posar sobre tus manos delicadas mis heces.
    Tu símbolo es el ciervo
    y el mío la luna:
    ..que caiga la lluvia sobre
    ..nuestras faces
    uniéndonos en un abrazo
    silencioso y cruel en que
    como el suicidio, sueño
    sin ángeles ni mujeres
    desnudo de todo
    salvo de tu nombre
    ..de tus besos en mi ano
    y tus caricias en mi cabeza calva
    rociaremos con vino, orina y sangre
    ..las iglesias
    regalo de los magos
    y debajo del crucifijo
    aullaremos.
    "Poemas del manicomio de Mondragón"

    Leopoldo María Panero

    [​IMG]
     
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  9. Literatosis

    Literatosis Miembro nuevo

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    Primera muerte de María

    A pesar de sus cabellos opacos, de su misteriosa delgadez,
    de su tristeza áurea y definitiva como la mía,
    yo adoraba a mi esposa,
    alta y silenciosa como una columna de humo.

    María vivía en un barrio pobre,
    cubierto de deslumbrantes y altísimos planetas,
    atravesado de silbidos, de extrañas pestilencias
    y de perros hambrientos.
    Humedecido por las lágrimas de María
    todo el barrio se hundía irremediablemente en un rocío tibio.

    María besaba los muros de las callejuelas
    y toda la ciudad temblaba de un violento amor a Dios.
    María era fea, su saliva sagrada.

    Las gentes esperaban ansiosas el día en que María,
    provista de dos alas blancas,
    abandonase la tierra sonriendo a los transeúntes.
    Pero los zapatos rotos de María, como dos clavos milenarios,
    continuaban fijos en el suelo.
    Durante la espera, la muchedumbre escupía la casa,
    la melancolía y la pobreza de María.

    Hasta que aparecí yo como un caballo sediento y me apoderé de sus senos.
    La virgen espantada derramó una botella de leche y un río de perlas sucedió a su tristeza.
    María se convirtió en mi esposa.
    Algún tiempo más tarde, María caía a tierra envuelta en una llamarada.
    Esposo mío —me dijo— un hijo de tu cuerpo devora mi cuerpo.
    Te ruego, señor mío, devuélveme mi perfume, mi botella de leche, mi barrio miserable.

    Yo le acerqué su botella de leche y le hice beber unos sorbos redentores.
    Abrí la ventana y le devolví su perfume adorado, su barrio polvoriento.
    Casi enseguida, una criatura de mirada purísima abrió sus ojos ante mí,
    mientras María cerraba los suyos
    cegados por un planeta de oro: la felicidad.

    Yo abracé a mi hijo y caí de rodillas ante el cuerpo santo
    de mi esposa: apenas quedaba de él un hato de cabellos negros,
    una mano fría sobre la cabeza caliente de mi hijo.
    ¡María, María —grité— nada de esto es verdad, regresa a
    tu barrio oscuro, a tu melancolía, vuelve a tus callejuelas
    estrechas, amor mío, a tu misterioso llanto de todos los días!
    Pero María no respondía.

    La botella de leche yacía solitaria en una esquina,
    como en un cono de luz divina.
    En la oscuridad circundante, toda la ciudad me reclamaba a mi hijo,
    repentinamente henchida de amor a María.
    Yo lo confié al abrigo y la protección de algunos bueyes,
    cuyo aliento cálido me recordaba el cuerpo tibio y la impenetrable pureza de María.

    Jorge Eduardo Eielson
     
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  10. oax

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    Fonte frida

    Fonte frida, fonte frida
    fonte frida y con amor,
    do todas las avecicas
    van tomar consolación,
    sino es la tortolica,
    que está viuda y con dolor.
    Por ahí fuera a pasar
    el traidor del ruiseñor;
    las palabras que le dice
    llenas son de traición:
    «Si tú quisieses, señora,
    yo sería tu servidor.»
    «Vete de ahí, enemigo,
    malo, falso, engañador,
    que ni poso en ramo verde
    ni en ramo que tenga flor,
    que si el agua hallo clara
    turbia la bebiera yo;
    que no quiero haber marido
    porque hijos no haya, no;
    no quiero placer con ellos
    ni menos consolación.
    ¡Déjame triste, enemigo,
    malo, falso, mal traidor;
    que no quiero ser tu amiga
    ni casar contigo, no!»

    Anónimo
     
  11. oax

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    Hombres necios que acusáis
    a la mujer


    Hombres necios que acusáis
    a la mujer sin razón,
    sin ver que sois la ocasión
    de lo mismo que culpáis.

    Si con ansia sin igual
    solicitáis su desdén,
    ¿por qué queréis que obren bien
    si las incitáis al mal?

    Combatís su resistencia
    y luego con gravedad
    decís que fue liviandad
    lo que hizo la diligencia.

    Parecer quiere el denuedo
    de vuestro parecer loco
    al niño que pone el coco
    y luego le tiene miedo.

    Queréis con presunción necia
    hallar a la que buscáis,
    para pretendida, Tais,
    y en la posesión, Lucrecia.

    ¿Qué humor puede ser más raro
    que el que, falto de consejo,
    él mismo empaña el espejo
    y siente que no esté claro?

    Con el favor y el desdén
    tenéis condición igual,
    quejándoos, si os tratan mal,
    burlándoos, si os quieren bien.

    Opinión ninguna gana,
    pues la que más se recata,
    si no os admite, es ingrata,
    y si os admite, es liviana.

    Siempre tan necios andáis
    que con desigual nivel
    a una culpáis por cruel
    y a otra por fácil culpáis.

    ¿Pues cómo ha de estar templada
    la que vuestro amor pretende,
    si la que es ingrata ofende
    y la que es fácil enfada?

    Mas entre el enfado y pena
    que vuestro gusto refiere,
    bien haya la que no os quiere
    y queja enhorabuena.

    Dan vuestras amantes penas
    a sus libertades alas
    y después de hacerlas malas
    las queréis hallar muy buenas.

    ¿Cuál mayor culpa ha tenido
    en una pasión errada:
    la que cae de rogada
    o el que ruega de caído?

    ¿O cuál es más de culpar,
    aunque cualquiera mal haga:
    la que peca por la paga
    o el que paga por pecar?

    ¿Pues para qué os espantáis
    de la culpa que tenéis?
    Queredlas cual las hacéis
    o hacedlas cual las buscáis.

    Dejad de solicitar
    y después con más razón
    acusaréis la afición
    de la que os fuere a rogar.

    Bien con muchas armas fundo
    que lidia vuestra arrogancia,
    pues en promesa e instancia
    juntáis diablo, carne y mundo.

    Sor Juana Inés de la Cruz
     
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    Annabel Lee

    Muchos, muchos años atrás,
    en un reino junto al mar turquí
    vivía una doncella a quien quizá conozcáis,
    llamada Annabel Lee,
    que tenía en la vida un único afán:
    amarme y ser amada por mí.

    Aunque no éramos más que niños,
    en el reino junto al mar turquí,
    nos amábamos con un amor tan pleno,
    yo y mi Annabel Lee,
    que los alados serafines del cielo
    lo codiciaban para si.

    Fue por esta razón que, tiempo atrás,
    en el reino junto al mar turquí
    de una nube sopló un viento que heló
    a mi hermosa Annabel Lee.
    Entonces llegó su patricio tutor
    y la separó de mí
    para encerrarla en un sepulcro
    en el reino junto al mar turquí.

    Los ángeles, infelices en el cielo ulterior;
    nos envidiaban a ella y a mí,
    y fue por eso (como saben todos
    en el reino junto al mar turquí)
    que de esa nube nocturna un viento sopló
    hasta helar a mi Annabel Lee.

    Pero era tanto más fuerte nuestro joven amor
    que el de toda la gente de allí,
    que el de gente mayor y más sabia, ¡oh, sí!
    que ni los ángeles del cielo ulterior
    ni los demonios bajo el mar turquí
    podrán separar mi alma del alma
    de la hermosa Annabel Lee.

    Pues la luna, al brillar; me invita a soñar
    en la hermosa Annabel Lee;
    y al salir los luceros veo los ojos certeros
    de la hermosa Annabel Lee;
    y así paso, tendido a su lado, las noches,
    velando a mi amada, mi amor; mi consorte,
    en su sepulcro junto al mar turquí,
    el mar que ruge por ella y por mi.

    Edgar Allan Poe

    Born into this

    Nacer así en esto
    Mientras la tiza dibuja una sonrisa
    Mientras la señora muerte se ríe
    Mientras los horizontes políticos se disuelven
    Mientras los peces grasientos escupen a sus víctimas grasientas.

    Nacemos así en esto
    En hospitales tan caros que es mas barato morir
    Con abogados tan caros que es mas barato declararse culpable
    En un país con las cárceles llenas y los manicomios cerrados
    En un lugar donde las masas hacen de los idiotas ricos héroes.

    Nacer en esto andando y viviendo a pesar de esto
    Muriendo por esto
    Castrados corrompidos desheredados por esto
    Los dedos acusan a un dios insensible
    Los dedos acusan a la botella, a la píldora, a la coca
    Hemos nacido en la mortífera tristeza
    Habrá asesinatos indiscriminados y sin castigo por las calles
    Habrá armas y masas errantes
    La tierra dejara de ser fértil
    La comida será un recurso escaso
    El poder nuclear será controlado por todos
    Las explosiones sacudirán continuamente la tierra
    Hombres radioactivos comerán carne de hombres radioactivos
    El viento negro traerá el olor de los cuerpos podridos de hombres y animales
    Y reinara el silencio más bello que nunca se haya oído
    Nacer de esto
    Por allí se oculta el sol, esperando el siguiente capitulo.

    Charles Bukowski
     
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  13. oax

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    NOCTURNO

    Padre Nuestro que estás en los cielos,
    ¡por qué te has olvidado de mí!
    Te acordaste del fruto en febrero,
    al llagarse su pulpa rubí.
    ¡Llevo abierto también mi costado,
    y no quieres mirar hacia mí!

    Te acordaste del negro racimo,
    y lo diste al lagar carmesí;
    y aventaste las hojas del álamo,
    con tu aliento, en el aire sutil.
    ¡Y en el ancho lagar de la muerte
    aun no quieres mi pecho oprimir!

    Caminando vi abrir las violetas;
    el falerno del viento bebí,
    y he bajado, amarillos mis párpados,
    por no ver más enero ni abril.

    Y he apretado la boca, anegada
    de la estrofa que no he de exprimir.
    ¡Has herido la nube de otoño
    y no quieres volverte hacia mí!

    Me vendió el que besó mi mejilla;
    me negó por la túnica ruin.
    Yo en mis versos el rostro con sangre,
    como Tú sobre el paño, le di.
    Y en mi noche del Huerto, me han sido
    Juan cobarde y el Ángel hostil.

    Ha venido el cansancio infinito
    a clavarse en mis ojos, al fin:
    el cansancio del día que muere
    y el del alba que debe venir;
    ¡el cansancio del cielo de estaño
    y el cansancio del cielo de añil!

    Ahora suelto la mártir sandalia
    y las trenzas pidiendo dormir.
    Y perdida en la noche, levanto
    el clamor aprendido de Ti:
    ¡Padre Nuestro que estás en los cielos,
    por qué te has olvidado de mí!


    Gabriela Mistral
     
  14. oax

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    LOS DADOS ETERNOS

    Para Manuel González Prada, esta
    emoción bravía y selecta, una de las
    que, con más entusiasmo, me ha aplau-
    dido el gran maestro.


    Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
    me pesa haber tomádote tu pan;
    pero este pobre barro pensativo
    no es costra fermentada en tu costado:
    ¡tú no tienes Marías que se van!

    Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
    hoy supieras ser Dios;
    pero tú, que estuviste siempre bien,
    no sientes nada de tu creación.
    ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

    Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
    como en un condenado,
    Dios mío, prenderás todas tus velas,
    y jugaremos con el viejo dado.
    Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
    del universo todo,
    surgirán las ojeras de la Muerte,
    como dos ases fúnebres de lodo.

    Dios mío, y esta noche sorda, obscura,
    ya no podrás jugar, porque la Tierra
    es un dado roído y ya redondo
    a fuerza de rodar a la aventura,
    que no puede parar sino en un hueco,
    en el hueco de inmensa sepultura.

    César Vallejo.
     
  15. oax

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    POESÍA

    ¡Poesía inmortal, cantarte anhelo!
    ¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano!
    ¿Acaso puede al esplendente cielo
    Subir altivo el infeliz gusano?

    Tú eres la sirena misteriosa
    Que atrae con su voz al navegante,
    ¡Eres la estrella blanca y luminosa!
    ¡El torrente espumoso y palpitante!

    Eres la brisa perfumada y suave
    Que juguetea en el vergel florido,
    ¡Eres la inquieta y trinadora ave
    Que en el verde naranjo cuelga el nido!

    Eres la onda de imperial grandeza
    Que altiva rueda vomitando espuma,
    ¡Eres el cisne de sin par belleza
    Que surca el lodo sin manchar su pluma!

    Eres la flor que al despuntar la aurora
    Entreabre el cáliz de perfume lleno,
    ¡Una perla blanquísima que mora
    Del mar del alma en el profundo seno!

    ¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo
    Alzar mi voz para ensalzar tus galas?
    ¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo!
    ¡Que pretende volar sin tener alas!

    Delmira Agustini
     
  16. oax

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    NOCTURNO III

    Una noche
    una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas,
    Una noche
    en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
    a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,
    muda y pálida
    como si un presentimiento de amarguras infinitas,
    hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
    por la senda que atraviesa la llanura florecida
    caminabas,
    y la luna llena
    por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
    y tu sombra
    fina y lángida
    y mi sombra
    por los rayos de la luna proyectada
    sobre las arenas tristes
    de la senda se juntaban.
    Y eran una
    y eran una
    ¡y eran una sola sombra larga!
    ¡y eran una sola sombra larga!
    ¡y eran una sola sombra larga!

    Esta noche
    solo, el alma
    llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
    separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
    por el infinito negro,
    donde nuestra voz no alcanza,
    solo y mudo
    por la senda caminaba,
    y se oían los ladridos de los perros a la luna,
    a la luna pálida
    y el chillido
    de las ranas,
    sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
    tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
    ¡entre las blancuras níveas
    de las mortüorias sábanas!
    Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
    Era el frío de la nada...

    Y mi sombra
    por los rayos de la luna proyectada,
    iba sola,
    iba sola
    ¡iba sola por la estepa solitaria!
    Y tu sombra esbelta y ágil
    fina y lánguida,
    como en esa noche tibia de la muerta primavera,
    como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
    se acercó y marchó con ella,
    se acercó y marchó con ella,
    se acercó y marchó con ella...
    ¡Oh las sombras enlazadas!
    ¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!...

    José Asunción Silva
     
  17. oax

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    Canción de Otoño en Primavera

    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer...

    Plural ha sido la celeste
    historia de mi corazón.
    Era una dulce niña, en este
    mundo de duelo y de aflicción.

    Miraba como el alba pura;
    sonreía como una flor.
    Era su cabellera obscura
    hecha de noche y de dolor.

    Yo era tímido como un niño.
    Ella, naturalmente, fue,
    para mi amor hecho de armiño,
    Herodías y Salomé...

    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer...

    Y más consoladora y más
    halagadora y expresiva,
    la otra fue más sensitiva
    cual no pensé encontrar jamás.

    Pues a su continua ternura
    una pasión violenta unía.
    En un peplo de gasa pura
    una bacante se envolvía...

    En sus brazos tomó mi ensueño
    y lo arrulló como a un bebé...
    Y te mató, triste y pequeño,
    falto de luz, falto de fe...

    Juventud, divino tesoro,
    ¡te fuiste para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer...

    Otra juzgó que era mi boca
    el estuche de su pasión;
    y que me roería, loca,
    con sus dientes el corazón.

    Poniendo en un amor de exceso
    la mira de su voluntad,
    mientras eran abrazo y beso
    síntesis de la eternidad;

    y de nuestra carne ligera
    imaginar siempre un Edén,
    sin pensar que la Primavera
    y la carne acaban también...

    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer.

    ¡Y las demás! En tantos climas,
    en tantas tierras siempre son,
    si no pretextos de mis rimas
    fantasmas de mi corazón.

    En vano busqué a la princesa
    que estaba triste de esperar.
    La vida es dura. Amarga y pesa.
    ¡Ya no hay princesa que cantar!

    Mas a pesar del tiempo terco,
    mi sed de amor no tiene fin;
    con el cabello gris, me acerco
    a los rosales del jardín...

    Juventud, divino tesoro,
    ¡ya te vas para no volver!
    Cuando quiero llorar, no lloro...
    y a veces lloro sin querer...
    ¡Mas es mía el Alba de oro!

    Rubén Darío
     
  18. oax

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    A MI HERMANO MIGUEL

    Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa.
    Donde nos haces una falta sin fondo¡
    Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
    nos acariciaba: »Pero, hijos...«
    Ahora yo me escondo,
    como antes, todas estas oraciones
    vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
    Por la sala, el zaguán, los corredores.
    Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
    Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
    hermano, en aquel juego.
    Miguel, tú te escondiste
    una noche de agosto, al alborear;
    pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
    Y tu gemelo corazón de esas tardes
    extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
    cae sombra en el alma.
    Oye, hermano, no tardes
    en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.

    César Vallejo
     
  19. oax

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    El albatros

    Por distraerse, a veces, suelen los marineros
    Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
    Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
    Al navío surcando los amargos abismos.

    Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
    Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
    Dejan penosamente arrastrando las alas,
    Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

    Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
    Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
    ¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
    Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

    El Poeta es igual a este señor del nublo,
    Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
    Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
    Sus alas de gigante le impiden caminar.

    Charles Baudelaire
     
  20. oax

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    Si Dios fuera una mujer

    ¿Y si Dios fuera mujer?
    pregunta Juan sin inmutarse,
    vaya, vaya si Dios fuera mujer
    es posible que agnósticos y ateos
    no dijéramos no con la cabeza
    y dijéramos sí con las entrañas.

    Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
    para besar sus pies no de bronce,
    su pubis no de piedra,
    sus pechos no de mármol,
    sus labios no de yeso.

    Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
    para arrancarla de su lontananza
    y no habría que jurar
    hasta que la muerte nos separe
    ya que sería inmortal por antonomasia
    y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
    nos contagiaría su inmortalidad.

    Si Dios fuera mujer no se instalaría
    lejana en el reino de los cielos,
    sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
    con sus brazos no cerrados,
    su rosa no de plástico
    y su amor no de ángeles.

    Ay Dios mío, Dios mío
    si hasta siempre y desde siempre
    fueras una mujer
    qué lindo escándalo sería,
    qué venturosa, espléndida, imposible,
    prodigiosa blasfemia.

    Mario Benedetti
     
    A LauRa! le gustó este mensaje.